Tengo por costumbre ahondar en las grandes tragedias colectivas de la humanidad como las guerras, los asesinatos, los asaltos y otros crímenes violentos. Entre tantos actos violentos, hay un género de conducta discreta y bastante común que causa enorme número de víctimas. Se trata de las lesiones afectivas.
En las relaciones humanas no siempre es frecuente encontrar amor y belleza aunque si sería lo deseable. Existen personas que movidas por carencias afectivas o por la poca o nula conciencia emocional establecen vínculos sin grandes reflexiones. Normalmente esas criaturas se conocen en variados ambientes como en el trabajo, en clubs, en bares o mismo por internet.
Sin indagar mucho en la existencia de afinidades comunes se permiten importantes intimidades.
El conocimiento de la esencia de alguien demanda tiempo y convivencia.
Nadie se muestra tal y como es en rápidos y reducidos contactos.
Por causa de sus ligerezas a la hora de establecer vínculos es común el desespero en extinguirlos.
En ese juego de conocer, probar y descartar, las personas son tratadas como objetos. A pesar de lo que puedan pensar los que así actúan, todo ser humano siempre es merecedor de un respeto y aunque se presente frágil y descuidado en sus hábitos, se trata de una criatura de Dios y a nadie le es lícito eludir a sus semejantes.
Por veces la persona a quien se la viene probando en el juego sentimental posee graves problemas psíquicos y emocionales. Como enferma emocional debería ser tratada con los mayores cuidados. Quien la desprecia asume una grave responsabilidad en la fase de su vida.
Las angustias que la víctima está viviendo, los actos despreciativos a partir de los cuales se genera un dolor emocional por los malos tratos recibidos, serán enviados a quien los ha causado.
Es muy importante reflexionar respeto a las expectativas que se suscitan de nuestros semejantes.
Poco importa que las costumbres sociales sean corrompidas y que conductas libidinosas parezcan comunes, cada uno responde por lo que hace. Quien lesiona afectivamente a sus semejantes se vincula con ellos.
En la conformidad de la orden cósmica, la consideración y la fraternidad debe regir las relaciones humanas.
Aquel que se aleja de esos criterios es candidato a sufrir importantes padecimientos.
Se trata de ir administrando a cada criatura las enseñanzas necesarias para ir alcanzando una mayor profundidad de espíritu. Así, nadie lesiona a sus semejantes sin lesionarse también.
Quien provoca sentimientos de inferioridad y decepción crea serios complejos de inferioridad a sus semejantes. Hasta que repare el mal que causó no tendrá paz ni plenitud. Si fuesen muchas las lesiones afectivas perpetradas contra una o diferentes personas, el esfuerzo necesario que la persona que las cometió tendría que hacer para cicatrizarlas, sería inmenso.
Conviene reflexionar sobre ello antes de iniciar y terminar relaciones. Al final será preciso reparar con esfuerzo todos los perjuicios causados consciente o inconscientemente.
Por Elsa López Raña (según J. Cardellis)
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